Una cortina azul. El monitor de signos vitales sonando casi como un lamento. Varios cablecitos transparentes por los que pasan suero y medicamentos. Una sonda para la orina. Paredes en color crema.
Unas baldosas desteñidas por el paso del tiempo. Una cama hospitalaria con el cabezote inclinado hacia arriba. Y allí, con los ojos cerrados, el ceño fruncido, el cabello recogido, los labios rígidos, las cejas arqueadas y la piel joven y lozana, está Martha Luna, acompañada con una crucecita de madera que le cuelga del cuello. Tiene 46 años. Pero está y no está.
La madre separada, originaria del cantón Naranjal, de la provincia de Guayas al sur de Ecuador, y quien hace 19 años empacó maletas con sus dos hijos mayores: Jonathan Marcelo y Johanna, en ese entonces de 8 y 6 años, está muy enferma. Martha tiene cáncer terminal. Lleva más de dos meses internada en el piso 7 del Hospital Bellevue de Manhattan quieta, inmóvil, conectada a las máquinas. Su estado es casi vegetal. eldiariony
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