Su herramienta más visible, para otros es a veces un arma: un machete.
Cuando lo alza, sin embargo, no intimida, sino que hace que el cliente aguarde con expectativa el ver cómo va deshaciéndose de la cáscara.
Es un “coquero”. Este vendedor itinerante se llama Juan Bautista, y se gana la vida aprovechando el solazo del trópico, vendiendo algo que le quita la sed a los clientes: cocos. Actúa como todo inmigrante al que la ilegalidad lo cruza: se muestra temeroso, dice que no le gusta hablar, ni en la televisión aparecer, mucho menos en los periódicos, donde la tinta queda impresa.
Al principio de la entrevista se muestra esquivo. Se sube un poco la mascarilla o barbijo anti-covid, y aún “medio chivo” da su nombre, el cual recuerda más el de un predicador, que el de un comerciante: Juan Bautista. Uno no sabe si es un camuflaje o un “tente ahí” para el periodista para salir del paso, pero al calentarse, empieza a perder la timidez y a soltar la lengua. Frente la Universidad O&M está su punto./elnacional.
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