Orlando Hernández se paseaba nervioso por el dugout de los Yanquis, pero
su estado de ánimo no tenía nada que ver con lo que sucedía en el
diamante. A pocos metros, sobre el terreno del estadio Qualcomm de San
Diego, Nueva York daba los toques finales a su barrida sobre los Padres
en la Serie Mundial de 1998.
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